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jueves, 16 de diciembre de 2010

Formación Política: Franquistas coreanos en la luna de Torremolinos.


La industria del reverendo. El ingeniero surcoreano Sun Myung Moon, fundador de la Iglesia de la Unificación, comenzó a extender sus redes de poder en los años setenta en Estados Unidos. La administración de Reagan se mostró afín a la doctrina, que llegó a contar con empresas tan influyentes como el diario The Washington Times. La secta, calificada de destructiva por numerosos organismos internacionales, cuenta con 250.000 seguidores. En España, sus dos principales reuniones tuvieron lugar en el Hotel Palace de Madrid y el Meliá de Torremolinos. Muchos de sus miembros están ligados al movimiento nazi. El Hotel Meliá fue sede en 1986 de la última iluminación del viejo búnker del franquismo, que se sintió tentado de buscar la salvación en la secta surcoreana Moon.

No usaban gabardinas ni gafas oscuras. En lugar de maletines secretos, llevaban mocasines y calcetines blancos. Se les distinguía por su rostro adusto y sus maneras autoritarias. Parecían una inteligencia malvada de Mortadelo y Filemón, aunque,eso sí, mucho más peligrosa y menos divertida. La Costa del Sol también tiene sus expedientes ocultos y su novela de espías, su principio de conspiración. Fue en octubre de 1986 y representa como pocos un momento de la historia escasamente glosado, la desesperación de los nostálgicos del antiguo régimen, su lado más marciano, en contacto con la otredad metafísica y un coreano autoproclamado en la encarnación de Dios.El caso está ampliamente documentado por el periodista e investigador Pepe Rodríguez, que recibió todo tipo de amenazas por meter su pluma y su cuerpo en uno de los episodios más lunáticos de la Costa del Sol: la reunión en el Hotel Meliá de Torremolinos de los miembros de la secta Moon, la denominada Iglesia de la Unificación, y del viejo búnker del franquismo.
Feligreses de dudoso gusto
La conexión teje una bochornosa mixtura entre la caspa de los dinosaurios y las alucinaciones de otras latitudes. En los ochenta, los chicos de Moon, un ingeniero surcoreano considerado por su fieles como la nueva versión de Jesucristo, habían avanzado impetuosamente en Estados Unidos y América Latina. Su feligresía se encontraba entre lo más granado del universo. Viejos y descascarillados nazis, ultraderechistas como Jean Marie Le Pen, al que la secta financió el partido, y buena parte de la administración de Reagan, que representaba, quién lo diría, el lado más moderado y tibio del conjunto.
En España, la Iglesia de la Unificación no parecía destinada a seducir al público. Al catolicismo no le gustaba ni un pelo la doctrina, que consideraba a Jesucristo como una versión menor y fracasada de su líder. Fraga recomendó, incluso, a los miembros de Alianza Popular, que no acudieran a ninguna de las reuniones que la organización convocaba al socaire de asociaciones sin propósito ni contenido. Sin embargo, un intelectual del régimen, que llegó a ser ministro de la UCD a pesar de su adscripción confesa a los métodos y soflamas del caudillo, el indómito Ricardo de la Cierva, se vio envuelto en el grupo y en la famosa y legendaria reunión de Torremolinos, según relata Pepe Rodríguez.
El expediente de la cierva
El asunto, en lo que respecta a De la Cierva, es más complicado de lo que parece. El historiador, conocido por sus acaloradas diatribas contra la masonería, denunció al periodista por vincularle a la secta. Los tribunales, pese al peso institucional del denunciante, confirmaron la sintonía del ex ministro con los chicos de Moon en espacios como la Costa del Sol. Lo curioso es que el abogado que defendió a De la Cierva durante el proceso fue el hijo del escritor Fernando Vizcaíno Casas, que, en más de una reunión, apeló a su humor incorregible para burlarse de la insistencia del político.
El misterio del Congreso
Pepe Rodríguez sostiene que De la Cierva, al igual que una nutrida comitiva de tiburones del general, se congregaron en el establecimiento para celebrar un congreso de una de las filiales de la secta. Al percatarse de la presencia del periodista, que por entonces ya era conocido por sus estudios, intentaron expulsarle del hotel, pero la dirección se mostró poco solícita. Al fin y al cabo, había pagado el hospedaje y hacía más de una década que Franco reposaba en el Valle de los Caídos.
La policía estaba al tanto del conciliábulo de Torremolinos. Un detective se había infiltrado en la reunión, aunque de un modo poco sigiloso. Incluso en Corea estaban al tanto de las dificultades. Resta por saber qué ocurrió en el el congreso. El reparto da para todo tipo de conjeturas. Ultraderechistas españoles y europeos junto a la organización religiosa que llegó a celebrar la boda de una virgen con el retrato del hijo del líder. El misterio habla por sí mismo. ¿Preparaba la vieja guardia un desembarco de extraterrestres para derrotar a Felipe? ¿Se buscaba financiación para la creación de un grupo? Lo único que queda claro es la decadencia de sus miembros y su facilidad para abrazar cualquier tipo de credo alejado de la cordura. Del vigía de Occidente al tipo que se creía Jesucristo. Todo vale en la provincia.
Autor: Lucas Martín.