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lunes, 27 de diciembre de 2010

Luchar, fracasar, volver a luchar...

"La violencia es el único medio de lucha, y la sangre el carburante de la historia..." Indicaba Iosif Stalin en 1914. No le faltaba razón.

A lo largo de los años, décadas y siglos, observamos cómo el avance del movimiento revolucionario se hace fuerte en el momento en el que la situación social establecida exige una salida a un colapso. Así comprobamos como, por ejemplo, frente al colapso que supuso el abuso de poder en el Antiguo Régimen, se desencadeno la llamada “revolución francesa” de carácter burgués y que se extendió por Europa de una u otra forma para derrocarlo. Podemos comprobar también como el colapso del sistema zarista en Rusia derivó, primero, en una revolución de carácter liberal-burguesa y, en segundo término, en una revolución de carácter bolchevique.

Es claro y notorio que para que las grandes revoluciones de carácter comunista triunfen, es necesario un fuerte partido de masas en el que apoyar dicho avance. Pero obviamente, el capitalismo defenderá “lo suyo” con uñas y dientes. Por tanto, solo queda una opción: Luchar.

La violencia es el único medio de lucha.
Todo sistema político y social se instaura mediante violencia. Actualmente, en este “sistema democrático y pacífico” en el que nos encontramos (capitalismo), día tras día comprobamos como el aparato represor del estado detiene, investiga y tortura a toda persona o grupo que obstaculiza el funcionamiento del mismo así como su integridad. Así observamos cómo centenares de jóvenes revolucionarios son detenidos por el mero hecho de combatir las desigualdades sociales de liberalismo económico. Somos participes de cómo la policía disuelve manifestaciones pacíficas de carácter antiimperialista, antifascista, anticapitalista o solidaria, por el mero hecho de no seguirle el juego a esta farsa política.

Por ende, como toda acción tiene una reacción. La ciudadanía a veces muestra su indignación con brotes violentos. Aunque esto merece un análisis más acertado.

Así como los diferentes gobiernos socialistas que han existido han sido precedidos por una revolución violenta, el capitalismo también ha sido instaurado en la mayoría del globo mediante violencia. En España, el alzamiento militar faccioso que acabo con la república española (elegida democráticamente por el pueblo), condujo progresivamente y con la aceptación del franquismo al liberalismo que hoy nos gobierna. En Rumania, el derrocamiento del socialismo vino de la mano de la violencia. En cuba y la República Popular Democrática de Corea, EEUU mantiene un férreo bloqueo económico para intentar hacer tambalear los sistemas instaurados en ambos países. Y así una larga lista de ejemplos.

Por tanto, desde el sector revolucionario, no se puede negar la violencia como un medio de lucha, sino que debe plantearse como el único. Violencia no es solo disparar. Violencia es, de una u otra manera mostrar un rechazo frontal a lo establecido. Luchar con todas nuestras fuerzas contra el colapso del sistema económico que de nuevo nos encontramos.

En Europa, la chispa ha saltado. En Paris, Roma, Londres y Atenas, se viven grandes jornadas de disturbios. La disminución de los derechos laborales, el ninguneo a los estudiantes y todos los recortes sociales han provocado que la bomba de relojería revolucionaria explote.

¿Por qué en el Estado Español no? Muy sencillo. Al margen del alienamiento generalizado de la clase trabajadora y estudiantil, aún no estamos sufriendo todas las consecuencias. El paro es escandaloso, pero aún hay mucha gente joven viviendo de sus familiares. Muchas familias que no han perdido el paro o individuales que no pierden ninguna prestación. Es decir, aún tenemos pan (necesidades básicas cubiertas, aunque sea haciendo malabares) y circo (El Real Madrid y el Barça siguen ganando partidos, mientras que el Gran Hermano celebra otra de sus ediciones).
Pero las consecuencias llegarán (lo están haciendo) y el movimiento revolucionario debe estar organizado para construir la alternativa por la izquierda desde esa explosión violenta que supondría el agotamiento de la clase trabajadora frente a la manipulación a la que se ha visto sometida durante todos estos años.

La sangre el carburante de la historia.
La historia está manchada de sangre. Sangre, sudor y lágrimas. Sangre de anónimos. Héroes que han luchado para forjar un futuro mejor. Desde la resistencia antifascista en la Guerra civil española, hasta las luchas de los Astilleros en Cádiz, pasando por la gloriosa revolución rusa. La violencia sirvió para luchar, para conquistar un futuro. Pero la sangre derramada jamás podrá ser olvidada, aun no siendo derramada en vano.

La conciencia de clase marca el camino de la victoria. La sangre propia o de un camarada agudiza las ganas de luchar y, la sangre del enemigo explotador, te impulsa al percibir cerca tus objetivos. Todo en conjunto hace fuerte el avance imparable hacia la conquista de unos objetivos concretos: Libertad, igualdad y solidaridad.

Hemos comenzado este artículo con una cita. Así pues lo concluiremos de la misma forma.

"Luchar, fracasar, volver a luchar, fracasar de nuevo, volver otra vez a luchar, y así hasta la victoria; ésta es la lógica del pueblo, y él tampoco marchará jamás en contra de ella. Esta es otra ley marxista. La revolución del pueblo ruso siguió esta ley, y la ha seguido también la revolución del pueblo chino"

Torremolinos Antifascista