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viernes, 25 de diciembre de 2009
130 Aniversario del natalicio de Stalin. Honor al pueblo de Gori.
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En octubre del año pasado, el gobierno de Georgia promovió la idea de desmontar el monumento a Stalin erigido en su lugar de nacimiento, la ciudad de Gori. El viceprimer ministro Gueorgui Baramidze dijo en una reunión del Gobierno: "Ese monumento es un ultraje a los heroicos habitantes de Gori, que opusieron resistencia el verano pasado al imperio que, en su tiempo, había construido el georgiano étnico Stalin". En 1956, después del XX Congreso del PCUS, comenzó la demolición de los monumentos a Stalin en toda la Unión Soviética, menos en Tbilisi. Los obreros de la ciudad organizaron su custodia durante las 24 horas, dispuesta a sucumbir al pie de sus pedestales. Para cumplir la disposición de Moscú, las autoridades de Tbilisi tuvieron que recurrir a una estratagema: en la ciudad se anunció alarma de bombardeo atómico. Durante la guerra fría, la población soviética estaba preparada para ello y se apresuró a esconderse en los refugios. Cuando las calles quedaron vacías, se quitaron de sus pedestales las tres estatuas de Stalin que existían en la ciudad. Cuando resonó la señal de cancelación de alarma y la gente empezó a salir de los refugios, vio tumbadas las estatuas de Stalin. Espontáneamente surgieron manifestaciones de protesta. En la avenida Rustaveli se convocó un multitudinario mitin en defensa de Stalin. Se redactó y envió a la ONU una carta con la solicitud de reconocer la independencia de Georgia y autorizar su salida del seno de la URSS. Las autoridades exigieron que los habitantes de Tblisi se fuesen a sus casas y, como no obedecieron, efectivos de la Región Militar de Transcaucasia abrieron fuego contra ellos. Como resultado, fueron asesinadas unas 150 personas. Algunos cuerpos quedaron sobre la tierra, y a otros se los vio flotar en el río Kurá. Se enterró a los muertos en secreto, en ausencia de sus familiares. Al día siguiente, los periódicos insertaron escuetas noticias sobre los desórdenes "provocados en Tbilisi por fuerzas nacionalistas apoyadas desde el exterior". El eco de lo sucedido quedó oculto por los acontecimientos que se produjeron en Hungría en 1956. El único monumento a Stalin que quedó entonces en pie (que se ha conservado hasta hoy) fue el de Gori, ciudad en la que Stalin nació y pasó su infancia, adolescencia y juventud. La estatua se fundió en 1953 para ser colocada en el Parque de la Victoria de Leningrado. Pero la muerte de Stalin impidió la realización de ese plan, y el monumento fue enviado a Gori. Ataviado de guerrera y capote, en Gori Stalin sigue en pie sobre un alto pedestal desde hace más de medio siglo. La mirada de sus ojos entornados está dirigida hacia Tsjinvali. El monumento sobrevivió a la campaña de demolición masiva de las esculturas de Stalin a finales de la década de los cincuenta y a las de los años 1989-1991, en la que se derribaron numerosos monumentos erigidos a los organizadores de la Revolución de Octubre. En Georgia los nacionalistas burgueses también ordenaron refundir las estatuas de Lenin, Simón Kamó, Sergio Kirov, Félix Dzerzhinski, Carlos Marx, Sergio Ordzhonikidze y otras... Pero los habitantes de Gori, armados de garrotes, varas de hierro y hasta rifles nunca permitieron que los liquidadores tumbasen la figura de bronce del hombre que hizo mundialmente famosa a la pequeña ciudad de Gori. Hoy a Stalin los nacionalistas burgueses le declaran enemigo del pueblo georgiano, culpable de la realización en 2008 de la "operación de imposición de la paz en Georgia". Se cuenta la siguiente historia: entre 1918 y 1920, período en que existió la República Georgiana "independiente", los osetinos de Georgia, instigados por Stalin, organizaron tres levantamientos contra el gobierno menchevique de Noe Jordania, se apoderaron de la ciudad de Tsjinvali y proclamaron el poder soviético. Después de que la república fuera conquistada por el Ejército Rojo, Stalin, en señal de agradecimiento a los osetinos, instituyó en Georgia, en 1922, la Región Autónoma de Osetia del sur. En respuesta a ello, los osetinos cambiaron el nombre de Tsjinvali, centro administrativo de la región, por Staliniri, que existió hasta 1956. En Georgia, hoy día los nacionalistas burgueses dicen que de no haber existido Stalin no existiría el problema de Osetia del sur y atizan el odio entre ambos pueblos. Están creando un museo de la ocupación rusa del siglo XXI, en referencia Osetia del sur. Hace ya algunos años que en Tbilisi se abrió el Museo de la Ocupación Soviética, cuya visita figura como punto obligatorio en las agendas de todas las delegaciones extranjeras oficiales que llegan al país. Los nuevos caciques georgianos quieren perpetuar en piedra y bronce una supuesta guerra de Rusia contra Georgia. Los visitantes que lleguan a Tbilisi, al transitar por la avenida George Bush hijo, ven un grandioso conjunto conmemorativo dedicado "a las víctimas del genocidio y purga étnica de los georgianos por parte de Rusia". Actualmente se está escribiendo un manual escolar sobre este tema, que se enseñará a partir del primer grado de la secundaria a los adolescentes georgianos. Por su parte, Putin propuso cambiar el nombre del museo por el de Ocupación Georgiana, porque en la Unión Soviética habían gobernado durante decenios muchos oriundos de Georgia, como Stalin, Beria, Ordzhonikidze o Enukidze. Es lo que pasa entre los oligarcas. Pero entre los pueblos del Cáucaso no hay disputas en su aprecio a Stalin. Estarán enfrentados por muchas cosas pero no por Stalin, incluido en la lista de los 100 hombres más célebres de todos los tiempos y pueblos. Abjazios, osetinos, cherkeses, azeríes, ingushetios, georgianos, todos ellos se han enorgullecido siempre de su paisano y nadie ha podido romper ese afecto. No les gusta escuchar las críticas que se dirigen contra él y recuerdan las siguientes palabras de Winston Churchill: "Stalin recibió a una Rusia de arado de madera, y la dejó provista de una bomba atómica". Incluso hoy día, el pueblo de Georgia canta en los bares, restaurantes y bodas una canción cuyo estribillo dice: "El pequeño Gori es grande y vio mucho, porque allí nació Stalin. Abrazo con mi alma su nombre". La burguesía siembra el odio, la muerte y el exterminio en el nombre de sus naciones; los proletarios no tenemos patria, llamamos a la unión de todos los expotados... pero para los libros de historia somos los violentos y los fanáticos sedientos de sangre. ¿Haremos caso a esos libros de historia o a la clase social a la que pertenecemos?
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